sábado, 6 de marzo de 2010

Ana y los lobos


Mi impresión acerca de la película que se ha visionado en clase, Ana y los lobos, ha sido durante la mayor parte que dura el film, de desconcierto.

Considero que es una película algo lenta, pero sin embargo no se me hace aburrida. El tiempo que se dedica a mostrarnos a cada uno de los hermanos con sus respectivas personalidades pienso que es el necesario para que nos preguntemos qué está ocurriendo, y el por qué del comportamiento de los personajes, incluyendo a Ana, que también actúa bajo una lógica misteriosa.

El personaje de Geraldine Chaplin me ha mantenido atenta en todo momento a cada acción, gesto, mirada o insinuación que hacía, intentando descubrir en ella las razones de lo que podría estar pasando para conocer de antemano en qué desencadenaría todo. Es un continuo estado de atención, que permite que seas incluso capaz de reproducir después, al menos en mi caso, cada escena o diálogo que se desarrolla en su gran mayoría.

A medida que avanzaba el tiempo, llegué a pensar que el final sería igual de desconcertante que el resto de la obra, y que se quedaría todo sin resolver. Y realmente para mi sorpresa no fue así, sino todo lo contrario. Un desenlace impactante que nunca se me pasó por la cabeza, y el cual me llama mucho la atención por la forma tan rápida en la que se sucede en comparación con la lentitud del film.

Tomo de dicho final la conclusión de que unas mentes perturbadas, cada cual por diversas razones, han ido adoptando actitudes desequilibradas a lo largo de sus vidas, y que encuentran el punto de partida en la niñez; son capaces de todo por aquello con lo que se obsesionan.